El anuncio del presidente Gustavo Petro de que el Estado comenzará a comprar cosechas de coca a los campesinos en zonas afectadas por el narcotráfico, como el Micay, ha generado una ola de críticas. Más allá de cualquier justificación política o económica, esta medida es profundamente inmoral desde el momento en que utiliza los recursos de los contribuyentes para intervenir en un mercado ilícito, en lugar de enfocarse en necesidades prioritarias y urgentes para la población y el fortalecimiento del Estado en esas regiones.
La inmoralidad de usar recursos públicos en un mercado ilícito
Los impuestos que pagan los ciudadanos están destinados a financiar bienes y servicios que beneficien al conjunto de la sociedad, no a intervenir en actividades ilegales como el cultivo de coca. La compra estatal de esta cosecha es, en esencia, una validación de una economía ilícita, una que ha traído violencia, inseguridad y pobreza a muchas zonas de Colombia. Utilizar recursos públicos para comprar coca no solo es un uso cuestionable de los fondos de los contribuyentes, sino que también envía el mensaje de que el Estado, en lugar de erradicar este flagelo, lo está sosteniendo temporalmente.
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Esta política es inmoral porque compromete el dinero de millones de colombianos que aportan sus impuestos con la expectativa de que se destinen a mejorar la calidad de vida de las personas. En lugar de intervenir en el mercado de la coca, esos recursos deberían invertirse en la creación de oportunidades reales para las comunidades afectadas, como el acceso a servicios básicos, infraestructura, educación y seguridad.
Necesidades insatisfechas: ¿dónde deberían ir los recursos?
En zonas como el Micay, donde el narcotráfico ha penetrado profundamente, las necesidades básicas de la población siguen sin ser satisfechas. La falta de acceso a la salud, la educación y la infraestructura es alarmante. Sin embargo, en lugar de destinar recursos a suplir estas carencias, el gobierno ha optado por financiar un mercado ilícito, perpetuando la dependencia de estas comunidades en una actividad ilegal, en lugar de ofrecerles alternativas sólidas y legales.
Imaginemos por un momento que esos mismos recursos que se destinarán a comprar coca fueran utilizados para fortalecer la presencia del Estado en esas zonas. ¿Cuántas escuelas, hospitales o carreteras podrían construirse? ¿Cuántos programas de capacitación y empleo podrían implementarse para ayudar a los campesinos a encontrar medios lícitos de subsistencia? La respuesta es clara: esos recursos públicos deberían invertirse en soluciones que beneficien a largo plazo a la comunidad, no en paliativos que solo perpetúan el problema.
Fortalecimiento del pie de fuerza y la presencia del Estado
Una de las verdaderas soluciones para las regiones afectadas por el narcotráfico es el fortalecimiento del pie de fuerza, la seguridad y la presencia del Estado en general. Sin seguridad, cualquier intento de cambiar la economía de estas zonas estará condenado al fracaso. Las comunidades en estas áreas no solo necesitan alternativas económicas, sino también un entorno seguro en el cual puedan prosperar.
El anuncio de Petro llega en un momento en que Colombia enfrenta un aumento en la producción de cocaína, según un informe de las Naciones Unidas, lo que evidencia que la lucha contra el narcotráfico debe intensificarse, no suavizarse con medidas como la compra de coca. El dinero de los contribuyentes debería usarse para reforzar el ejército, la policía y el aparato judicial en estas regiones, asegurando que el Estado recupere el control territorial y garantice el respeto a la ley.
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